Saturday, March 5, 2011

ANTES Y DESPUES DEL DERRIBO EN BARBADOS PARTE FINAL.

Durante la última década del siglo XX los terroristas anticubanos basificados en Estados Unidos, continuaron urdiendo planes para derribar aviones civiles cubanos en pleno vuelo. La caída del campo socialista y la desintegración de la Unión Soviética, los incitó a realizar actos de terror que según ellos acelerarían el derrocamiento de la Revolución cubana.
La presencia del terrorista internacional Luis Posada Carriles en Centroamérica durante estos años propició planear este tipo de actos de terror y le permitió contratar a delincuentes centroamericanos como mercenarios para colocar bombas dentro del territorio cubano.
En julio de 1993 se conoció la presencia del terrorista en el aeropuerto de San Pedro Sula, Honduras, donde realizaba estudios sobre el arribo, lugares de estacionamiento, itinerarios y salida de los vuelos de transporte y carga de las compañías cubanas de aviación Aerocaribean y Aerogaviota.
En septiembre de ese mismo año,  la terrorista Fundación Nacional Cubano Americana, FNCA, tenía un avión en Honduras, que trataba de introducirlo en Cuba, mientras que Posada Carriles, hacía gestiones para adquirir un avión de pequeño porte para tratar de colocarlo en Cuba, con el propósito de realizar vuelos charter dedicados al turismo entre diferentes puntos geográficos de la Isla. A la sazón Posada era accionista de una agencia de alquiler de aviones denominada SOSA S.A. Además mantenía relaciones con un piloto de la línea aérea AVIATECA, quien viajaba a Cuba con frecuencia y se movía por los aeropuertos cubanos.
También Posada Carriles se desplazó a Costa Rica, cuando se  reiniciaron los vuelos de la línea aérea Cubana de Aviación hacia ese país, que comenzó el 3 de diciembre de 1995. Autoridades policiales del Aeropuerto Juan Santamaría, de San José, observaron sus actividades sospechosas y conocieron de las pesquisas que hizo el terrorista para caracterizar la presencia de aviones, funcionarios y tripulantes de esa empresa.
El hotel Balmoral, en pleno corazón de la capital costarricense, donde se alojaban las tripulaciones cubanas fueron blanco de amenazas y provocaciones.
Dos años después el interés del terrorista para sabotear aviones cubanos o con destino a la Isla se mantenían. El entonces presidente de Honduras Carlos Roberto Reina ordenó a la Fiscalía de Honduras, el 13 de octubre de 1997, investigar una posible conspiración de terroristas anticubanos contra su persona, debido a la ola de atentados con explosivos ejecutados en la capital hondureña. En esa fecha dos bombas estallaron cerca del mandatario, una de ellas en el garaje de su casa. Dentro de los sospechosos estaban el terrorista Luis Posada Carriles y el traficante de armas de origen cubano Mario Delamico.
Un nuevo intento para sabotear los aviones y ocasionar terror a viajeros con destino a Cuba fue ideado por el criminal Luis Posada Carriles en 1998, cuando se conocieron graves informaciones sobre  estos peligrosos planes. Esta vez consistían en nuevos intentos para sabotear aviones procedentes de Centroamérica hacia la Isla.
Las autoridades cubanas alertaron oportunamente al más alto nivel de la administración demócrata de William Clinton, sobre esta conjura, pero nada palpable sucedió, salvo que se difundieran las informaciones y amenazas por los medios de comunicación norteamericanos y de otros países, que impactaron negativamente en los vuelos hacia Cuba, ante el temor de que estos planes  pudieran hacerse realidad.
El mensaje transmitido por el escritor colombiano Gabriel García Márquez por solicitud del Presidente Fidel Castro a las autoridades norteamericanas en su primer párrafo decía: “Un asunto importante. Se mantienen planes de actividad terrorista contra Cuba, pagados por la Fundación Nacional Cubano Americana y usando mercenarios centroamericanos. Se han realizado ya dos nuevos intentos de hacer estallar bombas en nuestros centros turísticos antes y después de la visita del Papa. En el primer caso, los responsables pudieron escapar, regresando por vía aérea a Centroamérica sin lograr sus propósitos, dejando abandonados los medios técnicos y los explosivos, que fueron ocupados. En el segundo intento, fueron arrestados tres mercenarios, ocupándoseles los explosivos y demás medios. Son de nacionalidad guatemalteca. Por cada una de las cuatro bombas que debían estallar recibirían 1 500 dólares.
“Ambos casos fueron contratados y suministrados por agentes de la red creada por la Fundación Nacional Cubano Americana. Ahora están planeando y dando ya pasos para hacer estallar bombas en aviones de las líneas aéreas cubanas o de otro país que viajen a Cuba trayendo y llevando turistas desde y hacia países latinoamericanos. El método es similar: colocar el dispositivo de pequeño tamaño en lugar oculto del avión, explosivo potente, detonante controlado por reloj digital que puede ser programado hasta con 99 horas de anticipación, abandonar la nave normalmente en el lugar de destino. La explosión se produciría en tierra o en pleno vuelo posterior. Procedimientos verdaderamente diabólicos: mecanismos fáciles de armar, componentes casi imposibles de descubrir, entrenamiento mínimo para su empleo, impunidad casi total. Sumamente peligrosos para las líneas aéreas, instalaciones turísticas o de cualquier otro tipo. Instrumentos utilizables para crímenes y delitos muy graves. Si llegan a divulgarse y conocerse tales posibilidades, pueden convertirse en una epidemia como ocurrió en otros tiempos con los secuestros de aviones. Otros grupos extremistas de origen cubano radicados en Estados Unidos comienzan a moverse en esa dirección.” El mensaje fue claro, concreto y oportuno.
El 20 de julio de 1998, la organización terrorista Alpha 66 se adjudicó haber realizado una amenaza de bomba contra la línea aérea Cubana de Aviación en San José, de Costa Rica.
El 22 de junio de 1999, la aerolínea Cubana de Aviación, reanudó sus vuelos a Guatemala, luego de 38 años de interrumpidas. La ruta sería La Habana-Costa Rica-Guatemala. La apertura estaba dirigida a fomentar el turismo multidestino en el programa Playa-Maya, que mostraría las costas de Cuba y las ruinas milenarias en Guatemala.  Contra esos vuelos se cernieron igualmente amenazas por parte de los terroristas.
Durante casi toda la década de los noventa los terroristas continuaron sus planes para atentar contra la aviación civil, con la intención de aterrorizar a viajeros. Los peligrosos planes urdidos desde comienzos de la década de los sesenta están vigentes, siguen siendo una amenaza letal y perdurarán, hasta que las autoridades norteamericanas decidan extirpar de una vez y para siempre al terrorismo doméstico al sur de la Florida.
*Es profesor e investigador universitario
6 de octubre de 2010

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